House of Cards, el futuro de la industria de la televisión


Llevo mucho tiempo sin escribir y, la verdad, mi ritmo consumiendo series ha bajado inevitablemente siendo mi último año de universidad. Sin embargo, desde verano comenzó mi pequeña obsesión por la Casa Blanca. Primero con Scandal (altamente recomendable, y próximamente hablaré sobre ella) y, ahora, House of Cards.

House of Cards es una serie que tenía guardada para ver ‘en otro momento’, y nunca llegaba. Hace un par de semanas me puse a ello. Bueno, no, hace una semana, enfermé, y en dos días tuve que parar el carro porque era capaz de verme las dos temporadas del tirón, y tampoco es eso.

Why House of Cards is the best show on TV. Hint: It’s the technology
House of Cards ( Netflix)

Sinceramente, me gusta ser de las que coge las series cuando ya llevan una temporada en antena, tonterías, pero así, si me engancha, no tengo ese síndrome traumático de la espera de una semana. No me pasa con todas, pero con los dramas, generalmente, sí.
He visto una cantidad casi infinita de series, unas mejores, otras más…’entretenidas’, pero todas tenían algo. No me voy a poner a defender ahora desde qué tierna edad llevo viendo series, o enganchándome a ellas, porque no tendría sentido ponerme a discutir con vosotros sobre ‘a ver quién mea más lejos’ (qué soez es esta frase), pero os diré que las series me han acompañado desde que tengo uso de razón.

Como os contaba, hace una semanita aproximadamente, vi el primer capítulo de House of Cards, una serie exclusiva de Netflix, ese servicio que en España no existe porque pertenece al tercer mundo a no ser que seáis unos manitas con el pirateo, y que no vamos a tener porque el canon a pagar a la amada SGAE es desorbitado. La serie, protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright engancha desde el principio.

Podría citar una infinidad de artículos en los que se hablan las maravillas de la serie, pero prefiero que la veáis. Para mí, roza la perfección. Hablamos de una serie que es inteligente, que es oscura y a la vez muy divertida. Tiene todo aquello que necesita un drama, es más, aprende de los fallos de Sorkin que, en mi opinión, la fastidia en las últimas temporadas de The West Wing.

De todas maneras, como explicar de qué va la serie sería quitar a quien quiera verla, precisamente, el placer de vivirla como me ha pasado a mí, sin tener ni idea de cuáles eran las tramas principales, os contaré desde el punto de vista tecnológico y de uso y disfrute de las series, lo que ha hecho Netflix con House of Cards es magia. Ahí fue donde me cautivó.
Resulta que hace un par de semanas, Barack Obama, el Presidente Selfie Guay de los Estados Unidos de (Norte)América, pedía en Twitter que no le espoilearan la serie, que tenía que viajar a no sé dónde.

A los días leo que el capullo de él se vio días antes, o que presuntamente tuvo a su disposición, no sólo la 2ª temporada de House of Cards, si no también la de Game of Thrones. Y si empezamos así, yo también me presento a Presidenta del Mundo, leches.
Pero, volviendo al tema principal, al leer el tuit, dije: ‘mucho bombo, habrá que verla’. Y cuál es mi sorpresa cuando leo a gente que sigo en twitter que si uno iba por el capítulo 4, otro por el 9… pánfila de mí, no sabía que Netflix, haciendo de Dios en la Tierra, cogía, y ponía a disposición del mundo -y por mundo me refiero a gente con Netflix- la segunda temporada ENTERA, DE UNA TACADA. AMOR ABSOLUTO, Y VENERACIÓN POR NETFLIX.

Pero adoración aparte, esto demuestra algo, que es muy importante de cara a la industria: el público está  dispuesto a pagar una cantidad nominal, mensual, anual, por ver una serie bajo su propia batuta, es decir: ¿qué quiero ver una serie en un día? la veo.  ¿Qué me voy a China de viaje y quiero verla a la vuelta? la veo. Y así todas las combinaciones que imaginéis. Eso evita, por cierto, los anuncios, y las esperas de una semana de las que os hablaba antes. ¿Será este, por fin, el principio del fin de la televisión como la conocemos? Quicir, ¿por fin decidiremos cuándo y cómo vemos -legalmente- las series?

No conozco las cifras pero, entre las ventas a través de Netflix, y lo que se embolsarán vendiendo a canales extranjeros como Canal +, me imagino que los 100 millones de dólares invertidos en la serie habrán merecido la pena, supongo que, si no, no renovarían. En cualquier caso, la serie es magnífica, no sólo la maestría de su ‘comercialización’.
Pero, aún así, me gusta hacer especial hincapié en el hecho de que Netflix ha dado con la receta, y ha puesto del revés el negocio. Quizás no sea tan evidente todavía, pero tienen el toro por los cuernos para cuando, en un futuro, todo se vaya a la porra. (Diosito Netflix, manda a Ramoncín a una isla desierta y reina en el país de pandereta, please).
Porque estoy segura de que llegará el día en el que, de un modo u otro, igual que nos da la risa pensando que nuestros padres, si tenían tele, veían dos canales, nos acordemos de cuando dependíamos de las televisiones para ver un programa y no de nosotros mismos y de nuestros horarios. Incluso de ver publicidad durante la emisión de esos programas que tanto nos gustan.
Quizás, de hecho, algunos recordemos que todo eso, empezó con Netflix, y con House of Cards…

Pero, en serio, tenéis que verla, y si sabéis de lo que hablo, en el 2×02, cuando por fin Kevin Spacey hace eso, os juro que me parto de risa. Otro día hablamos de lo mucho que me tortura el hecho de que Kevin Spacey, en camiseta interior, fumando y cantando Pretty Polly -sobre todo teniendo en cuenta qué tipo de canción es y sobre lo que habla y que justo elija esa maravilla de canción de The Stanley Brothers, porque, evidentemente, no es al tun tun-, haya conseguido mandar al garete todos mis prototipos de hombre sexy. Madre mía.

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